Así que volé a Tijuana, y crucé la frontera a San Diego. De ahí llamé a mi hermano David, que vive en el centro de San Diego. Mientras lo esperaba, fui a un Jack in the Box (una cadena de comida chatarra) y pedí un burrito de desayuno (en gringolandia los burritos se comen a cualquier hora). Lo hice en español, a todo esto, porque la señora en la caja no entendía inglés. En fin. Una vez sentado y comiendo, entró una señora, gringa, apoyada por lo que parecía su marido. Tenía la cara hinchada, muy grotesca, y llevaba bata y pantuflas. Entraron al restaurante y fueron derechito al baño. Hubo una pausa en la conversa, y todos los parroquianos nos mirábamos. Un mexicano sentado delante mío de repente dijo: "¡Una fantasma!" Y todos nos reímos a carcajadas. Supongo que muchos gringos cruzan a México a hacerse su cirujía plástica porque ahí ahorran algo de platita.
Bueno, después de un ratito llegó una minivan que me era familiar. Mi familia entera salió y nos abrazamos en frente del Jack in the Box. Tuvimos una tarde agradable en San Diego, antes de emprender rumbo a Camarillo, nuestro pueblito en los suburbios del mero sueño americano.
Resultó que mis viejos habían estado siguiendo mi viaje en su sala de estar (véase foto del mapa, arriba). Así que estoy en casa, descansando. Preparándome pa' la próxima aventura.
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