Saturday, June 23, 2007

Locombia se despide

Para que no se preocupen, después de leer el último posteo, que me haya integrado a las FARC, les aviso que me he ido de Colombia a Panamá, y me encuentro sano y salvo de cuerpo y mente. Pasé mucho más tiempo en Colombia de lo previsto, porque lo encontré absolutamente encantador. A diferencia de otros países en Latinoamérica, no están chatos con la cantidad de gringos desfilando por todos sus sitios turísticos. O sea que si eres un extranjero, todavía te tratan súper bien, te preguntan muchas cosas, y te hacen sentirte un poco menos extranjero. Aparte que los colombianos son tan amables y cálidos por naturaleza.

Algo de sentimientos encontrados: después de todo, me he ido definitivamente de Sudamérica.

En Colombia, me fui después de Popayán y San Agustín a Armenia, en el mero corazón del eje cafetero colombiano, donde me quedé en una finca cafetera y visité el Parque Nacional del Café. De ahí a Bogotá, donde me encontré con mi amigo Liam, que tal vez algunos conocerán porque me vino a visitar en Chile. Fuimos al museo de oro de Bogotá--ciudad que se parece bastante a Santiago, por clima, elevación, cultura y gente, con la excepción de que el TransMilenio funciona y el Transantiago está ahí no más--y al museo de Botero. Pero pasamos repoco ahí antes de seguir a Cartagena, donde sí pasamos bastante tiempo.

Evidencia del funcionamiento del TransMilenio:


Cartagena es un paraíso. En su casco antiguo, es una ciudad colonial, muy bien restaurada--un poco como La Habana. Y un poco más allá por la costa encuentras un banco de condominios rascacielos para colombianos millonarios y/o narcos. Y de ahí llegas a las casas del Presidente Uribe, de García Márquez y de Shakira. Cuando nos cansamos de recorrer las calles coloniales y los museos, nos mandamos a cambiar a Playa Blanca, una hora afuera de la ciudad en lancha, donde las aguas eran turquesas, cálidas y cristalinas y aún no hay mucho desarrollo turístico (aunque parece que esto está a punto de cambiar, pues nos dijeron que ya se va a construir un gran resort). Ahí dormimos en hamacas y cubiertos por redes para protegernos de los mosquitos (aunque igual me picaron ene), y durante los días comíamos pescado y nadábamos, e hicimos esnorkel. Me sentía como Jacques Cousteau--nunca había hecho ese tipo de buceo y quedé maravillado con este ecosistema bajo el agua que nunca se ve así como así.

Y pasamos un día en el Parque Nacional Tayrona, más hacia Santa Marta, donde todo es mucho más agreste y hay muy pocas playas donde se puede nadar, por las corrientes peligrosas. Pero igual era muy lindo. Me hubiera encantado colgar una hamaca ahí mismo y dormir al son de las olas, pero no había tiempo.

Así que ayer, después de tres chequeos de nuestro equipaje de mano, una inspección completa del equipaje despachado (tuvimos que sacar todo lo que había adentro para que se aseguraran de que no llevábamos drogas), dos chequeos de detectores de metales, y el pago de algunos impuestos (y la devolución de otros--no me pregunten por qué), volamos desde Cartagena a Ciudad de Panama, en un avión de turbohélice.

2 comments:

Bridget said...

¿Cartagena es un poco como La Habana? De verdad, hemos olvidado que tu estabas visitando a La Habana en 2000 o 2001. La "gentrificación" o restauración de los cascos viejos es una obra importante, para conservar la memoria de la gente u sus barrios. De repente, solamente los ricos (y los turistas) pueden disfrutar la vida en los cascos restorados en las ciudades de l'oeste. ¿Es lo mismo en La Habana?

Unknown said...

Hola Carl:
Realmente envidiable este viaje...ahora tengo más ganas de ir a Bogotá...alguna vez te lo comenté, pero con tus comentarios se me transforma en un deber..."debo ir lo antes posible".
Como bien dicen tus padres, los cascos viejos conservan la memoria de la gente y son más comunes en la costa altlántica.
Te mando un fuerte abrazo y que sigas pasándolo super bien!!!!
En Chile todo está igual...el aire como las p..... y el transantiago de mal a peor...